Cuando se vive en el pasado y en las emociones que resultan en la culpa, la vergüenza y el arrepentimiento, muchas personas se impiden de vivir y disfrutar la vida abundante en el presente.
El primer enemigo del corazón es la culpa.
La culpa es el resultado de haber hecho algo que percibimos como incorrecto. El mensaje de un corazón oprimido por la culpa es ¡tengo una deuda!
Piensa en el hombre que se escapa
con otra mujer y abandona a su familia. Sin darse cuenta en ese momento, le ha
robado algo a cada miembro de su familia. A su esposa le ha robado su futuro,
su seguridad financiera y su reputación como esposa. Desde la perspectiva de
sus hijos, este hombre les ha robado sus Navidades, sus tradiciones, su
seguridad emocional y financiera, sus cenas en familia, y así por el estilo.
Ahora, el hombre que hizo todo
esto no piensa en términos de lo que ha tomado. Al principio, él piensa en lo
que ha ganado. Sin embargo, la primera vez que su hija le pregunta por qué ya
no ama a mamá, su corazón se conmueve. Él ahora se siente culpable. Papá tiene
una deuda.
Pagar esa deuda es lo único que
puede liberar a un corazón culpable de su peso de culpabilidad. Las personas
pagan, sirven, ofrendan e incluso oran para liberarse de la deuda. No obstante,
ninguna suma de buenas obras, ni el servicio comunitario, ni las donaciones
caritativas ni los domingos en un banco de la iglesia pueden aliviar la culpa.
Es una deuda y debe pagarse o cancelarse para que el corazón culpable
experimente alivio.
¿Cómo logras cancelar tu culpa?
La respuesta está en uno de los primeros versículos de la Biblia que memoricé
cuando era niño: 1 Juan 1:9. «Si confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel
y justo, nos los perdonará y nos limpiará de toda maldad».
La confesión tiene el poder de
romper el ciclo de pecado, y al igual que la mayoría de los remedios
medicinales, funciona cuando se aplica de forma correcta. La aplicación
adecuada ocurre cuando confesamos nuestros pecados, no solo a Dios, sino
también a las personas a las que hemos lastimado.
Las personas culpables, por lo
general, son ofensores frecuentes. Y mientras estés llevando un secreto,
mientras trates de aliviar tu conciencia diciéndole a Dios cuánto lo sientes,
te estás preparando para repetir el pasado. Sin embargo, si comienzas a
confesar tus pecados a las personas contra las que has pecado, es probable que
no retrocedas ni vuelvas a cometer esas faltas
Confiesa a Dios y a los demás, y
eliminarás a este enemigo de tu corazón.
¿De qué te sientes culpable?
¡¡Confiesa tu pecado a Dios y a quien hayas herido. Hazlo hoy.!!
Si confesamos nuestros pecados el es fiel y justo para perdonar y limpiarnos de toda maldad
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