miércoles, 17 de mayo de 2023

El primer enemigo del corazón es la culpa

 


Cuando se vive en el pasado y en las emociones que resultan en la culpa, la vergüenza y el arrepentimiento, muchas personas se impiden de vivir y disfrutar la vida abundante en el presente.

El primer enemigo del corazón es la culpa.

 La culpa es el resultado de haber hecho algo que percibimos como incorrecto. El mensaje de un corazón oprimido por la culpa es ¡tengo una deuda!

Piensa en el hombre que se escapa con otra mujer y abandona a su familia. Sin darse cuenta en ese momento, le ha robado algo a cada miembro de su familia. A su esposa le ha robado su futuro, su seguridad financiera y su reputación como esposa. Desde la perspectiva de sus hijos, este hombre les ha robado sus Navidades, sus tradiciones, su seguridad emocional y financiera, sus cenas en familia, y así por el estilo.

Ahora, el hombre que hizo todo esto no piensa en términos de lo que ha tomado. Al principio, él piensa en lo que ha ganado. Sin embargo, la primera vez que su hija le pregunta por qué ya no ama a mamá, su corazón se conmueve. Él ahora se siente culpable. Papá tiene una deuda.

Pagar esa deuda es lo único que puede liberar a un corazón culpable de su peso de culpabilidad. Las personas pagan, sirven, ofrendan e incluso oran para liberarse de la deuda. No obstante, ninguna suma de buenas obras, ni el servicio comunitario, ni las donaciones caritativas ni los domingos en un banco de la iglesia pueden aliviar la culpa. Es una deuda y debe pagarse o cancelarse para que el corazón culpable experimente alivio.

¿Cómo logras cancelar tu culpa? 

La respuesta está en uno de los primeros versículos de la Biblia que memoricé cuando era niño: 1 Juan 1:9. «Si confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos limpiará de toda maldad».

La confesión tiene el poder de romper el ciclo de pecado, y al igual que la mayoría de los remedios medicinales, funciona cuando se aplica de forma correcta. La aplicación adecuada ocurre cuando confesamos nuestros pecados, no solo a Dios, sino también a las personas a las que hemos lastimado.

Las personas culpables, por lo general, son ofensores frecuentes. Y mientras estés llevando un secreto, mientras trates de aliviar tu conciencia diciéndole a Dios cuánto lo sientes, te estás preparando para repetir el pasado. Sin embargo, si comienzas a confesar tus pecados a las personas contra las que has pecado, es probable que no retrocedas ni vuelvas a cometer esas faltas 

Confiesa a Dios y a los demás, y eliminarás a este enemigo de tu corazón.

¿De qué te sientes culpable? 

¡¡Confiesa tu pecado a Dios y a quien hayas herido. Hazlo hoy.!!



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