Tomando decisiones en la crianza de nuestros hijos e hijas.
Por: Adriana Maturana
En el proceso de crianza que vivimos con nuestros hijos e hijas, disponemos de nuestro afecto, de nuestras habilidades, actitudes y conductas
para modelar y/o acompañarlos con el fin de lograr un bienestar mayor al que nosotros
como padres desarrollamos en nuestra formación en etapas anteriores a la paternidad.
Reconocemos en muchas ocasiones la importancia de resaltar y celebrar los logros de nuestros hijos e hijas, pero otras veces se nos “arruga el corazón” cuando a través del ejercicio de nuestra autoridad eficaz colocamos limites que les impiden acceder a sus deseos inmediatos y nos enfrentamos a reacciones, como: llanto incontrolable, enojo, expresiones groseras verbales y físicas, rostros de tristeza e inconformismo, entre muchas respuestas que nos llevan a que se nos “arrugue el corazón” , es decir que nos hacen sentir ”tristes, malos padres y/o cuidadores o ansiosos” y dejamos entonces de lado aquel limite que queríamos establecer para obtener un mejor comportamiento de parte de nuestros hijos e hijas.
El establecimiento de limites o pautas que moldeen el comportamiento de nuestros hijos e hijas es fundamental para generar en ellos autocontrol al recibir una instrucción clara con respecto al alcance que pueden tener con sus comportamientos, de esta misma forma facilita el manejo de impulsos, genera respeto hacia si mismo y hacia los que los rodean, entre otros beneficios. Por esta razón es indispensable que tengamos en cuenta aspectos como los siguientes para fortalecer nuestra paternidad y/o cuidado:
1.Identificar nuestros pensamientos:
Nuestra forma de pensar es uno de los aspectos que guían nuestra conducta, por esto es importante prestar atención a lo que hay en nuestra mente y corazón.
Poseemos pensamientos positivos que nos hacen sentir bien y que nos llevan a actuar con seguridad, convicción y tranquilidad, pero también poseemos aquellos que nos lleva a distorsionar los asuntos de la vida diaria y nos generan ansiedad, tristeza e inseguridad entre otros aspectos.
Revisemos algunos de los pensamientos erróneos que nos
dificultan generar correctivos eficaces en el comportamiento de nuestros hijos
e hijas.
Pensamiento polarizado |
Este tipo de pensamiento nos lleva a clasificar las situaciones en
extremos opuestos. Ejemplo: “ Si aplico una corrección a mi hijo/hija soy malo,
si no lo corrijo soy un buen padre y/o cuidador” |
Filtraje |
Valoramos una situación global de manera negativa: ‘no soporto que
mi hijo e hijo llore cuando le aplico una sanción’, ‘no aguanto que me
mire con enojo cuando le digo que no puede hacer algo que quiere’ |
|
Pensamos en la posibilidad de que ocurrirá algo peor: “y si le hago un
llamado de atención por lo inadecuado que hizo y sucede algo peor…’ |
Culpabilidad |
Asumimos y cargamos con toda la responsabilidad de las acciones viéndonos
como personas viles o indignas: “es mi responsabilidad que la conducta de mi
hijo y/o hija sea así por eso no lo sanciono o le retiro aquello con lo que
se satisface (juguetes, televisión...”, “por culpa mía’ |
Falacia
de recompensa divina |
Este pensamiento nos dirige a esperar que los problemas cambien por sí
solos, esperando recibir una recompensa: "todo cambiará mañana, hoy no
le voy a decir lo inadecuado de su comportamiento porque él o ella mañana no
lo volverá a hacer” |
Razonamiento
emocional |
Si uno se siente de un modo determinado es de considerar que hay un motivo
real para sentirse así: “me siento así porque esto está sucediendo”. Teniendo claridad con respecto a estos pensamientos el siguiente paso
es observarlos, registrarlos y comentarlo a nuestros familiares, amigos para
que nos acompañen en la construcción de formas diferentes de pensar. |
Es importante tener en cuenta que nuestro Ser se compone de nuestro cuerpo, alma (pensamientos y sentimientos) y nuestro espíritu. Nuestro pensamiento es una parte importante pero no lo es todo, conforma un solo aspecto que no debe estar por encima ni por debajo del resto de elementos de nuestra vida.
Cada día debemos validar nuestra forma de pensar para modificar los
pensamientos que son erróneos. Una forma es observar lo que estos producen en
nosotros al momento de instruir a nuestros hijos e hijas, determinando si nos
generan inseguridad, temer, culpa y nos hacen ineficientes ante la guía y
dirección que nuestros hijos e hijas necesitan para formarse integralmente y/o
sanamente y lo medimos cuando su comportamiento no mejora tornándose
irrespetuoso, individualista, poco empático entre algunos aspectos.
Sabias que, para que las plantas tengan un buen crecimiento y
reproducción deben recibir las cantidades adecuadas de sustancias?, para esto
se tiene en cuenta lo que es conocido como factor
limitante, con el que se considera que en una planta se limita el
crecimiento, desarrollo, la reproducción o la actividad no solo por la escasez
de los recursos que la sustentan, sino también por el exceso de estos. Lo que nos invita a considerar que si estas
requieren un equilibrio para su bienestar mucho mas nosotros debemos fijarnos
un equilibrio interior que nos permita desarrollar nuestras capacidades y la de
los que nos rodean.
Ni la omisión en las reglas, limites o pautas ni el exceso de estas apuntan a la salud mental de la familia.
3.
Tener convicción.
Cada día debemos mantener la seguridad de que estamos haciendo lo mejor
al establecer pautas o limites a nuestros hijos e hijas, que ellos necesitan y
esperan de nosotros esta forma de protección al indicar lo adecuado o
inadecuado de una conducta, la comunicación de los beneficios y perjuicios de
sus comportamientos y la enseñanza de
evitar transgredir la norma y posteriormente tener inconvenientes legales, son
aspectos que conforman una ley universal concebida desde el cielo y sobre todo
es una maravillosa muestra de amor.
Bien es cierto que el corazón se nos “arruga” y nos duele educar pero cuando en nuestro Ser existe la
convicción de estar haciendo lo que complace a nuestro Padre Celestial y por
amor a las personas que nos han sido dadas para su cuidado, me fortalezco para
cumplir con valentía la tarea.